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La verdad sobre la Revolución Mexicana

Publicación del viernes 20 de noviembre de 1998

Jaque mate 

La verdad sobre la Revolución Mexicana

Sergio SARMIENTO

     "Después de una revolución uno ve a los mismos hombres en los  salones donde se toman las decisiones, y después de una semana a  los mismos aduladores".- Lord Halifax.

   La historia oficial ha generado un culto patriótico a la  Revolución -así, con mayúsculas- que tiene poco sustento en la  realidad. Se nos dice, indudablemente con verdad, que la lucha  armada destruyó un régimen de pobreza, desigualdad y autoritarismo.  Pero no siempre se reconoce que la Revolución construyó otro  régimen de pobreza, desigualdad y autoritarismo.

   A ocho décadas de distancia ya no podemos darnos el lujo de no  ser críticos ante el "régimen de la Revolución". No es que el  gobierno de Porfirio Díaz no haya tenido todos los defectos que se  le achacan, sino que la Revolución, lejos de cambiar las cosas, las  empeoró.

   Nadie sabe a ciencia cierta cuántas vidas costó la Revolución  Mexicana. La cifra mágica, la que se ha convertido en verdad  oficial a fuerza de repetición, es la de un millón de muertos. Si  efectivamente la mortandad fue tan alta -ocho de cada 100 mexicanos  que vivían en ese entonces- esto se debe mucho menos a las bajas en  combate que a las muertes generadas por la pobreza y la insalubridad.

   La Revolución Mexicana ocasionó lo que los especialistas llaman  una "dislocación" social. Las cadenas de producción y de  distribución se rompieron; la economía se desplomó; el país sufrió  hambre y epidemias.

   Las batallas en sí fueron poco cruentas. Las tomas de Ciudad  Juárez y de Celaya, consideradas entre las acciones militares más  importantes de la guerra, dejaron saldos de unos cientos o miles de  bajas. Los cientos de miles que murieron a lo largo del período lo  hicieron por inanición, influenza o enfermedades gastrointestinales.

   Lo anterior no desmerece en nada el sufrimiento por la contienda  armada: al contrario, le da su dimensión real. Nos dice que el  costo de una guerra no se puede medir solamente por las listas de  bajas militares: el costo económico y social es mucho más elevado.

   Se argumenta que el nivel de vida del país, que se deterioró  fuertemente durante la Revolución, no se recuperó realmente sino  hasta los años cuarenta. Si se consideran las oportunidades de  crecimiento perdidas, tanto por la contienda armada como por el  modelo económico de la Revolución, puede afirmarse que en realidad  todavía no nos hemos recuperado.

   Al término del régimen porfirista el estadounidense promedio  tenía un ingreso que duplicaba el del mexicano. Hoy la diferencia  es de seis veces. Es verdad que México ha avanzado, pero buena  parte del mundo lo ha hecho también; en todo caso nosotros hemos  progresado a un ritmo menor que los demás. El avance de México, por  otra parte, se ha registrado en buena medida a partir de 1940, una  vez que se repararon los efectos de la dislocación de la lucha armada.

   ¿Queremos hablar de justicia social? No había estadísticas de  distribución de la riqueza en 1910. Pero en 1996, según el Inegi,  el 10% más rico de la población mexicana recibía 37.9% del ingreso  y el 10% más pobre el 1.7%. Es difícil pensar que la situación era  mucho peor hace 90 años.

   ¿Democracia? Sin duda el régimen porfirista era autoritario.  Pero ¿acaso la Revolución nos llevó a un gobierno más democrático?  En realidad hubo que esperar siete décadas después del final de la  contienda para que México pudiera tener elecciones razonablemente  limpias y justas.

   Quizá la Revolución Mexicana era inevitable. Porfirio Díaz, el  viejo liberal que luchó contra la intervención francesa y contra la  reelección de Benito Juárez, no supo tomar desde el poder las  medidas que permitieran la renovación de hombres e instituciones  del Estado. Al final su caída se debió a su incapacidad para  permitir el cambio que requería una sociedad que, precisamente por  el éxito de los tres decenios de paz porfiriana, tenía nuevas  aspiraciones.

   El que la Revolución haya sido inevitable, sin embargo, no  debería obligarnos a presentarla como un éxito. En realidad fue un  fracaso monumental que nos tomó medio siglo, quizá más, remontar.  Hay en esto una lección para todos: para un partido que lleva 70  años en el poder y que podría cometer los mismos errores que don  Porfirio, y para los aspirantes a revolucionarios que toman las  armas con la idea de que quieren beneficiar a los más pobres sin  darse cuenta de que con frecuencia las revoluciones, lejos de  mejorar las cosas las empeoran.

SALDOS DE LA REVOLUCION

    En el prefacio de su libro de 1982 "Saldos de la Revolución",  Héctor Aguilar Camín cita un texto de Arnaldo Córdova:    "No es extraño que el problema de la historia que hoy hacemos  sea, por antonomasia, el de la Revolución Mexicana: es nuestro  referente, pensamos a partir de ella, nos movemos por ella o contra  ella, en ella y por ella actuamos, sobre ella indagamos el pasado,  incluso el más remoto, en ella fincamos nuestro desarrollo futuro,  parecido o diferente a ella, por ella somos lo que somos; ella ha  acabado identificándonos como un pueblo y una nación".- S.S.-  México, D.F., 19 de noviembre de 1998.

 

 

 

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